Miguel Delibes Setién, autor de Los santos inocentes y de las cinco horas con el amigo Mario, publicó a los 78 años de edad El hereje, su última y más extensa novela dentro de su magnífica carrera literaria. Corría el año 1998, año que vio suceder a lo largo de sus doce meses de existencia multitud de hechos y acontecimientos, como la celebración del 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; el bochorno de la selección española de fútbol en su participación en el Mundial de Francia; los primeros pasos del buscador Google en internet; el huracán Mitch causó graves daños y destrozos por allá donde pasó; el nacimiento de la actriz y modelo filipina Liza Soberano; el Atlético de Madrid quedó séptimo en la Liga, que no en la Premier; los Rolling Stones actuaron por primera vez en Rusia; el Premio Nobel de Economía fue a parar a las manos de Amartya Sen, natural de la India, cuyo hijo Kabir imparte clases como profesor de música; el estallido del conflicto armado de Kosovo; Japón se sumó a la carrera espacial tras enviar una nave a Marte; Titanic de James Cameron acaparó el protagonismo de la gala de entrega de los Oscar, y como el Premio Planeta con una dotación de cincuenta millones de las antiguas pesetas recayó en la pluma de Carmen Posadas con su obra Pequeñas infamias. Hablando de premios, Delibes afirmaba que se le había ofrecido la oportunidad de proclamarse vencedor de un notable galardón que le hubiera llenado de billetes sus alforjas: se negó. ¿Concursos literarios amañados de antemano? Que responda a ello el periodismo de investigación. Sería bonito que hubiera un premio anual que consistiera tan solo en la promoción y puesta en escena de un autor novel, desconocido, y que el público en masa se volcara en la compra y lectura de su libro.
El personaje central de la obra El hereje es Cipriano Salcedo y la acción se desarrolla en la Castilla y León del siglo XVI, principalmente en Valladolid. La dividiría en tres partes, las cuales desde mi humilde punto de vista están claramente diferenciadas: Una primera que narra la infancia y adolescencia pucelana de Cipriano, marcada por una pésima relación con su padre; una segunda que versa sobre los negocios y vida conyugal de nuestro protagonista, en la que su fe se ve asaltada por multitud de dudas tanto de carácter vital como espiritual, lo que le lleva a abrir de par en par las puertas de su mente a ideas extranjeras que abrazaban reformas promovidas por aquellos catalogados como protestantes; y una tercera que recoge a través de sus páginas las consecuencias de no haber mantenido esas puertas cerradas bajo cerrojo y candado: un auto de fe, ¡la Santa Inquisición!
Figuras relevantes de la primera parte son Bernardo Salcedo, padre de Cipriano, y Minervina, su nodriza y posterior cuidadora, dado que la madre de Cipriano fallece tras el parto; suceso que el progenitor no perdona a su hijo, llamándole en repetidas ocasiones pequeño parricida. Destaco de este tramo lo caliente que le pone al viudo la joven niñera y cómo se las desea y arregla para tener relaciones sexuales sin que le caiga encima la sífilis, plaga que causa estragos entre las gentes; no es la única plaga, ya que la peste hace acto de presencia y las medidas que adopta la población para combatirla y bajar el índice de contagiados y fallecidos, evocan al lector tiempos no muy lejanos. Las convulsiones políticas de la época se asoman en el devenir de los hechos con los acontecimientos provocados por la rebelión de los comuneros y su desenlace en la batalla de Villalar, en la que Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado perdieron la cabeza de forma literal. No podía dejar el libro, lo devoraba.
El ritmo en la segunda parte es más lento. Se centra por un lado en el matrimonio de Cipriano y sus dificultades para concebir; por otro lado, el contenido religioso absorbe la trama. Cipriano, tras sufrir un proceso de desencanto con el catolicismo imperante, penetra en un círculo de amistades cuyas reuniones clandestinas son foco de contacto con las corrientes protestantes que se sacudían con fuerza más allá de los límites de la Península Ibérica. Todo depende de lo interesado que se esté en Lutero, en Erasmo, en Calvino, en las tesis contra las indulgencias, en rechazar o aceptar la primacía del papado como institución divina, en la corrupción del clero de la época traducida en ciertos abusos, en negar la existencia del purgatorio, renegar de María, de los santos, y de aquellos barros estos lodos. Estamos en un contexto histórico en el que tener las creencias equivocadas era jugar con fuego: ¡a la hoguera! Esta segunda parte no la devoré.
En el tramo final de la narración, que volví a leer con pasión, Cipriano y el resto de clandestinos son denunciados y perseguidos. El auto de fe de Valladolid de 1559 es historia de España. Las torturas de la Santa Inquisición para que confesaras no eran tontería, y las penas menos todavía. ¿Se salvará Cipriano de las garras del Santo Oficio? Bajo la influencia del miedo es más fácil aceptar las mentiras como verdades; el temor contribuye a la dominación de las conciencias y es un fiel aliado del poder que te gobierna o somete. Hoy en día no se quema a nadie en la hoguera, pero tenemos en el planeta Tierra una cultura y una religión que cuenta con millones de fieles, que transigente, lo que se dice muy transigente, no es.
Si no estás interesado en lo que aconteció en el pasado, sumérgete en un futuro muy lejano y deja volar tu imaginación de la mano de Isaac Asimov y su trilogía de La Fundación. Pero coge un libro, que la lectura es un placer, una enseñanza continua, y no argumentes que no puedes sacar veinte míseros minutos al día para dedicarlo a ello.
Màs sinopsis que critica, en cualquier caso proporciona todos los datos necesarios para decidir leer ( o no) esta obra de Delibes. Yo lo haré, muchas gracias!