Simonetta Stefanelli, bellísima actriz que no llegaba a la mayoría de edad cuando interpretó el papel de Apollonia en la adaptación cinematográfica de la novela de El Padrino, era desposada por Al Pacino en su rol de Michael Corleone durante su estancia en tierras sicilianas, aquellas que vieron nacer a su padre Vito Andolini, encarnado de manera sublime por Marlon Brando. Mario Puzo describe en su novela como Michael es víctima del denominado rayo siciliano, que en el contexto de los amores y amoríos no es más que quedarse clavado en el suelo, cual estaca, ante la impresión causada por el cruce de miradas con una hermosura nunca vista antes, que embiste violentamente a los cinco sentidos y cuya excitación hierve los flujos sanguíneos de todo hombre, traducida en un deseo carnal de tintes casi incontrolables. Aquellos chavales que estudiamos la EGB y que vimos por primera vez el filme de Francis Ford Coppola en la pequeña pantalla, no es que sintiéramos el rayo siciliano como tal, pero desde luego que no nos quedamos indiferentes ante la belleza deslumbrante de Apollonia.
Mi sangre no ebulle ante el encanto de Simonetta; lo hace cuando leo o escucho un comentario que afirma que la única película que es mejor que el libro en el que se basa es El Padrino; seguramente, muchos de los que afirman semejante infamia, ni siquiera se han leído la obra de Puzo. Detrás de una gran película siempre hay un gran libro o un gran guion. Gracias a que la gente escribe y lee, podemos disfrutar de maravillosas películas. Vayamos un poquito más allá, sin la escritura y la lectura no podríamos entender ni saber nada de los tiempos pasados; de ahí que uno de los pasatiempos favoritos de los mayores intolerantes de la historia haya sido la quema de libros, no sea que se piense más de lo debido o de manera equivocada. Hay que recordar siempre la grandeza de los libros, así como la maldad que encierran los que los queman y prohíben.
El libro te engancha al instante, se lee solo. La adaptación a la gran pantalla en líneas generales es muy fiel a la novela, todo sea dicho. El libro profundiza más en los personajes, en su carácter y en su pasado; no puedes entender el papel de Luca Brasi si no lo has leído; es la única persona a la que teme Vito Corleone; en la película se deja ver a lo largo del metraje con más pena que gloria. ¿Y Al Neri? ¿El guardaespaldas personal de Michael?; en el libro tienes una radiografía perfecta de la personalidad del sujeto, y en la película no sé yo si llegan a mencionar su nombre. Las negociaciones con el objeto de traer de vuelta a Michael a América tras huir de falsas acusaciones de asesinato, el guion se las pasó por el mismísimo forro. Si tanto te ha gustado la película, anímate y lee la novela, que es espectacular; sales ganando, dado que le pones cara a los protagonistas de la historia; sus voces flotan en tu imaginación sintiéndote partícipe de los acontecimientos.
Johny Fontane, el ahijado artista de Don Vito cuya fama es relanzada gracias a una equina oferta imposible de rechazar, tiene un papel muchísimo más relevante en la novela; dicen las malas lenguas, que no las buenas, que Frank Sinatra hizo todo lo posible y más, para que el personaje de Fontane no tuviera tal importancia en la cinta de Coppola. Rescato este párrafo de las hojas de El Padrino: “Tanta estupidez era inconcebible. Hagen se preguntaba cómo demonios habría llegado aquel hombre a ser un pezzonovante, Consejero del Presidente, dueño del mayor estudio cinematográfico del mundo. Evidentemente el Don tendría que meter baza en el negocio del cine. Estaba bien claro que aquel individuo, Woltz, no había comprendido”. Tom Hagen, hijo adoptivo y consigliere de Vito Corleone, se da cuenta que el mundo del glamour de Hollywood está repleto de cretinos que ganan pasta a raudales; imagínate si irrumpe alguien con la cabeza pensante del Don; se podría hacer dueño y señor de Hollywood en un corto periodo de tiempo. Hoy en día, gracias a las redes sociales, estamos más cercanos a las excentricidades y gilipolleces de las que hacen gala los mencionados cretinos. Hubo un actor, que hace pocos años pedía cuatro millones de dólares por cuatro días de rodaje. ¡Un millón al día! Que conste que le ofrecían tres; al final se quedó sin el papel. Inexplicable. Alegaba que si te gusta coleccionar mansiones y coches de lujo entra dentro de lo normal exigir tales honorarios. Menudo imbécil. Luego se preguntan por qué la gala de los Oscar pierde audiencia años tras año: porque cada vez caen peor, se ha perdido el glamour de antaño.
Los enemigos más destacados de los Corleone, La familia Barzini y la de los Tattaglia, se dedican principalmente a turbios negocios que no resultan muy simpáticos a los ojos del lector, como la prostitución y los narcóticos; la familia Corleone es más encantadora, con sus hoteles, casinos y corredurías de apuestas; son los buenos de la historia en un mundo de gánsteres y delincuentes, que amasan su fortuna gracias a su inteligencia y sucias artes a la hora de aprovecharse de las oportunidades que ofrecen los males de la corrupción del sistema. Les perdonas sus fechorías; es más, no te importaría ser uno más de la familia.
No voy a negar que me parece un peliculón, pero preferiré siempre antes El Bueno, el Feo y el Malo; si hablara el niño que llevo dentro, este abanderaría Le seguían llamando Trinidad. Y reitero que el libro es espectacular. Si queréis que os recomiende uno que no tenga en absoluto nada que ver con el que nos ocupa en la presente reseña, leed El Señor de los anillos; aunque siempre habrá alguno que encuentre en alguna de las razas de la tierra media un parecido razonable con Amerigo Bonasera o con Don Tomassino. Si es que hay gente para todo.
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