Michelín Madrid Bib Gourmand: Restaurante Treze

Decidí con mi marido salir a comer de vez en cuando a restaurantes con estrellas Michelin, desde que vivimos cerca de numerosos establecimientos galardonados con tan notable distintivo. Me encanta gustar de un buen almuerzo en un lugar donde soy consciente que no seré capaz de preparar sus platos en mi cocina, y los restaurantes Michelin acotan nuestras opciones de pegarnos un merecido homenaje teniendo en cuenta que salimos a comer fuera lo justo, sin contar con nuestra terraza.

Para esta primera ocasión elegimos celebrar tanto San Valentín como el día del Padre; un día tardío para celebrar los buenos quehaceres del amigo cúpido, cuya culpa se ha de achacar al castigo infligido a nuestra familia por el covid durante gran parte del mes de febrero. Caímos cual efecto dominó primero mi hijo de un año, luego la que os escribe y por último mi marido; cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos en marzo, y se aproximaba la fecha del día de San José.

No hay que haber estudiado en la Sorbona para saber que comer en un restaurante Michelin te va a salir un poquillo más caro que en uno que no lo sea, ya sea taberna, tasca o cantina; por lo que hemos comenzado por los Madrid Michelin Bib Gourmand, que a la hora de aflojar la cartera, por unos 40 euros, aprecias que te has quedado bastante satisfecha y el gasto merece la pena.

El restaurante Treze es el elegido para esta reseña, situado en los aledaños de Goya, cerca de la oficina de mi marido, así como del hogar familiar que le vio crecer; se encuentra a unos 25 minutos caminando de nuestra residencia familiar ubicada en el Parque de las Avenidas. Me encanta la zona de Goya, barrio regado de restaurantes y tiendas donde hago la mayor parte de mis compras, donde destaca la figura del todopoderoso Corte Inglés.

La calle que alberga a Treze es la del General Pardiñas; visto desde fuera te transmite la sensación de lugar modesto sin grandes pretensiones. Nos dieron la opción de elegir entre el menú del día (que ronda los 15 euros por comensal) o pedir a la carte; un día es un día y optamos a la carte y así tener acceso a una mayor diversidad de sabrosos alimentos.

Por 2.50 euros tienes derecho a hogazas de pan ilimitadas y te brindan un aperitivo compuesto de salchichón y mantequilla escoltados por sendos tostados panes; de cierre unos “petit fours”: deliciosos pastelillos y gominolas. Se puede encontrar el menú pinchando aquí.

Pedimos el vino de la casa, dos copas, que no la botella; su exquisito sabor provocó que nuestro paladar emitiera calambres transformados en sonrisas acompañados de gestos de asentimiento: muy bueno. Habitualmente no salimos muy contentos con el vino de la casa, pero en esta ocasión nos dio la impresión que tenían la botella preparada para ser abierta solo para nuestro disfrute.

De entrantes pedimos la ensalada de burrata, tomate y anchoas de Hondarribia; la molleja de ternera sobre manitas de cerdo y curry rojo, y la focaccia de tomate y anchoas de Hondarribia. Te ofrecen tamaño medio o entero, lo que te permite probar varios entrantes a precios razonables. Nosotros optamos por los medios. Fue un acierto la burrata y la molleja, que estaba espectacular. Un poco pinchazo fue pedir la focaccia, que, aunque sabrosa, no merece la pena; pero nos encantan las anchoas, ya que si las detestáramos no hubiera sido muy comprensible nuestra comanda.

Me decidí por el pato azulón asado y en Royal con foie: divino. Increíble lo jugoso que sentía el foie en mi paladar al derretirse.

Mi marido optó por la carrillera de ternera en guiso tradicional, puré de patata y céleri que, todo sea dicho, también estaba exquisita.

De postre nos endiñamos para los adentros unos chocolates de la casa, blanco, negro y con leche, que se dejaban querer por sí solitos.

La dolorosa ascendió a 80 euros. En definitiva, una buena comida que no podrías preparar un día cualquiera es tu casa.