No sería ningún misterio descubrir que hay gente para todo y de todo tipo, incluidos los amantes de las colecciones; uno puede aspirar a poseer la principal colección a nivel mundial de chapas, palanganas, gorras, platos soperos, sandwicheras, paragüeros, cromos…, la lista es larga, muy larga; y habrá quienes disfruten con la recopilación de información acerca de los perfiles de los mayores hijos de la gran puta de la historia de la humanidad. En dicho inventario de notorios miserables, no faltaría Reinhard Heydrich deambulando con su alargada cara de desgraciado. “Himmlers Hirn heisst Heydrich”: “el cerebro de Himler se llama Heydrich”. De ahí la explicación al título de la novela. Se me ocurren bastantes títulos alternativos que no tendrían nada que ver con el contenido de la misma, como Un faisán llamado Caballo, Mi nombre es Manolín, La insorportable levedad del gorrino golondrino, Me enamoré de un jamaicano, Ya está bien de tocar la pianola, Vivir y morir en Honduras …
Laurent Binet recrea de forma magistral la vida y celebrado fallecimiento de tan siniestro individuo; Binet alterna pasajes de su vida personal con la temática principal de la obra, la operación Antropoide, fraguada con el propósito de eliminar a Heydrich. Cierto es que el autor en determinados momentos se va por las ramas a la hora de narrar sus reflexiones y fuentes de información, pero desde mi punto de vista le da un toque de originalidad que contribuye a que su lectura sea de lo más amena y entretenida.
Sus páginas son a su vez una loa a los héroes de la resistencia, tanto aquellos que dieron apoyo logístico como los que perpetraron tan arriesgada misión: la de docenas de nazis que se llevaron por delante antes de sucumbir, como hicieron en su día los aguerridos espartanos en las Termópilas. La película El hombre del corazón de acero, protagonizada por Jason Clark y el resto del elenco que corresponda, aborda los acontecimientos descritos en HHhH.
Las represalias por el atentado tuvieron su punto álgido con la masacre de Lídice, población situada a treinta kilómetros de Praga; fusilaron a cerca de 340 inocentes. En el contexto histórico en el que nos encontramos, donde se ejecutaban a miles de judíos a diario, no sería más que un día más en la oficina para muchos soldados alemanes. Heydrich sospechaba que, para sus “chicos”, lo de dedicar horas pegando tiros en la cabeza a hombres, mujeres y niños debía ser tarea deprimente y cansina, por lo que le dio vueltas y vueltas hasta que urdió la solución final: utilicemos el pesticida zyklon B para gasear y aniquilar a los que nos sobran, ahorramos tiempo, y nuestros muchachos se pueden dedicar a otros menesteres, como clases de danza, bordados de fundas de almohada y bajos de cortinas, competiciones de remo y perfeccionar el idioma tagalo.
La maldad del ser humano no conoce límites. Hay que diferenciar entre el hombre y la mujer y dejemos de lado a los niños, hasta que van entrando en edades donde la gilipollez les empieza a someter y seducir. Pocos dudarán que posiblemente Heydrich con un añito fuera una ricura. El cabrón era padre de familia, tuvo cuatro hijos, y vete a saber a la de críos que ordenaría disparar delante de su larga nariz. De verdad que no veo a una madre dando la orden de exterminar a miles de niños. Cuanto más cabrón más cobarde, como los denominados asesinos en serie: ocupan lugar destacado entre las víctimas favoritas de estos despreciables seres, las mujeres y los niños, y no bigardos de gimnasio, cinturones negro o boxeadores, no sea que les vayan a partir la cara durante el intento. Qué basura más cobarde. No me constan muchas féminas asesinas en serie; tampoco he llevado a cabo un estudio o una tesis al respecto. Si la presente reseña versara sobre la novela Más grandes que el amor de Dominique Lapierre y de la labor de la Madre Teresa de Calcuta en su ayuda de los más necesitados, ofrecería una perspectiva distinta de nuestra especie.
En definitiva, HHhH es un gran libro, que retrata un episodio más de la Segunda Guerra Mundial. Si no te interesa en absoluto el argumento y sí estás interesados en los tiempos del imperio romano, te recomiendo la lectura de Yo, Claudio de Robert Graves, que no Peter, el mítico actor que encarnó al capitán Oveur del avión de Aterriza como puedas. En el relato de Robert se retratan muy bien los imperios de Augusto, Tiberio y Calígula. Este último también era un hijo putilla; y ojito con Tiberio, que una hermana de la caridad precisamente no fue.
En definitiva, ¡Qué leáis!, dejad de perder el tiempo corriendo tanto, que esto de los runners es como una enfermedad contagiosa. Corre menos, que te machacas las rodillas y no dudes que lo pagarás cuando te acerques a los sesenta. Cultivad vuestra mente, expandid la imaginación.